miércoles, 17 de mayo de 2017

C/D ~ INCISO ENTRE INCIENSO ~

¡Ay de los soñadores!
¿Pues no ven qué es luchar?
¡Luchar es con las espadas!
¡Mas no las de las entrañas
ensartar!
(¿Cuántas de esas os han contado, patrañas?)
¡Sino con el práctico fenómeno del apalabrar! 



FÁBULA "LA PERA NO ES LA PERA Y NO ESPERA":


Cuenta la fábula de la inventiva de la recóndita y estrafalaria mente de mi mente que hubo una vez un monje estando en desacuerdo con otro monje compañero.

El primero, que de pequeño pensaba que las peras inofensivas eran del color de la carrillada de un infante, después de leer entre líneas y líneas, defendía a saber si hasta a muerte, que esta misma fruta era en verdad generalmente verde,(de otra manera, las peras rojas serían mortales en la realidad de nuestro supuesto) y, para que no hubiera posibles corredurías en la cuerda floja del peligro, quiso entablar el tema.

El segundo sostenía como rienda de caballo en Western que las peras sanas eran frutos rojos.

Monje Uno comenzó a gritar "¡No! ¡Son verdes! ¿Idiota es que no lo ves?" a lo que Monje Dos respondió, sintiéndose amenazado por la violencia del tono, gritando aún "¡El idiota lo serás más tú que yo! ¡Son rojas!"

Monje Uno no podía creerlo. Caso aparte de que no llevaba la razón, el compañero atreviose a rebatirle del todo fuerte. Él tenía la verdad y había de demostrarlo. ¡Gritaría y gritaría! Hízolo. Monje Dos cada vez más irritado, se enfureció y elevó el tono con su represalia como titular. Así se sucedieron los reproches, a cada cual más molestamente sonoro, de forma que ambos se quedaron sordos y afónicos, sin capacidad para escuchar ni hablar al otro, ni llegados a este punto, a ellos mismos. 


Sabemos de primeras que el Monje Uno de pequeño recreaba las peras coloradas en su inocente cabeza porque así se lo dijeron siempre sus maestros, y a sus maestros, un orden de preestablecido de avances en potencia, pero sin efectividad. Sabemos que Monje Dos está generalmente equivocado, con potencial a no estarlo más. 

El que parece no recordar cómo logró cambiar de perspectiva con la paciencia y la constancia es el primero, quien se quiere quedar con la razón de que la fruta sea verdacha más que rojiza, quien quiere que su ego se infle hasta volar en el ensueño. 

El que ha olvidado que comenzó la discusión para aclararle a su compañero que si comía la fruta rojiza era posible que muriera. 

El que ha dejado morir el hecho de que una causa no podrá ser causa sin el efecto provocado por otra causa.

Fue entonces, que Monje Dos, sordo como Monje Uno, vio una pera de la gama de lo vergonzoso; Monje Uno, ya demasiado tarde, intentó evitar la tragedia sin conseguir nada debido a su afonía. El ignorante clérigo, pues, le dio un bocado a la fruta, con la fatal consecuencia de su envenenamiento.


M.R.C.