jueves, 25 de octubre de 2018

~C/D ~ EL CABLEADO DE LAS FAROLAS.

Se avistaba en la esquina de la calle una farola, seguida de otra, y ya no había más. Las dos estaban conectadas por un cableado que parecía bastante fuerte, pues había varios conductos entrelazados, pero que sin embargo, se estaban pelando. El cobre desbordaba el plástico e incluso salían chispas de vez en cuando.

Era tan peligroso para el urbanismo y los ciudadanos dejar aquellos cables de esa manera como las catenarias que sulfuran rabiosas al paso de los trenes en Nuevos Ministerios (¿Quién supervisa esta estación, por el amor de Dios?).

El Ayuntamiento entonces decidió poner medidas contra este despropósito, cortando los cables y dejando a las farolas inconexas entre sí. Pero sucedió algo; ninguna dejó de brillar en el momento en que los cables desmelenaron del todo su cabellera rojiza.

Ambas brillaban con luz propia, pudiéndose avistar la una a la otra y dar luz a su perímetro que como función principal tenían.

Ambas sabían que sus sombras y sus luces irían en la misma dirección por siempre.

M.R.C.