martes, 14 de julio de 2020

~ C/D ~ ¡ASPATIENTOS! (VI)

- ¡Dónde nos ha dejado la insí-pirada que nos parió; o nos medio parió, porque somos por referencia y no por creación completamente genuina! (Y porque nunca nos acaba, shhhh).

- ¡Ay Panchete Lanza!¡Qué ruina! Oye, cada día eres más enjuto... ¡Te llamaré Pancho Mondadientes! Pues nos ha dejado de lado la cretina, así que yo la esputo.

- ¡Eeeeeeeeeeh! ¡Menos humos, chimeneas! Que si meneas mi cerebro al final a veces sale cosa fina (no)! Qué mareada me tenéis para llamarme yo Marina...


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Y es que estaban Pancho Lanza y Don Cip... Don Cogote, bonancibles y calmosos (después de que el aspa metafísica le cortara la cabeza de cabellos rasposos a aquel gangoso del Jefe de los Guardia Civiles), caminando carretera hacia Trujillo, buscando el carajillo, con ojeras de no haber reposado las orejas -Que por qué iban a Trujillo era un misterio hasta para ellos, incluso para la narradora y su hemisferio; mas así se dio la dicharachera dicha- cuando lo que parecía una espada de ensartar, plateada como la sangre de unicornio dispuesta en una interminable y altísima base encalada, les dio el siguiente escarnio:

- ¡Pancho! ¡Mira lo que se viene hacia mi respetable figura de montador de corceles!

- Se nos viene - Pancho pierde, sibilino, los papeles y finura. 

- Y este ahora qué murmura... ¡No indagues en laureles! ¡Corramos! ¡Lo que fuere, aquella cosa le cortó airosa la testa a nuestro enemigo!

- ¡Rápido! ¡O la Muerte será nuestro único testigo!

Cuando libráronse de acabar siendo pincho moruno en dos de las aspas de un NACA 2002, la tercera trilliza, certera y baliza, le pasó por los pelos del cogote al tuno que esta parte da nombre;

- ¡Por los no pelos!
- ¡Tú es que tampoco tengas mucha cabellera! ¡Demasiada confianza te he dado, escudero!
- ¡Corramos, señor!
- ¡Por la genitalia de Espartero! ¡Ahí hay otro gigante!
- ¡Usted siempre tan certero mi lor! 
- ¿Dónde está cuando se le necesita, Rocinante? 
- ¡Huyamos como si no pagáramos renta!
- Ni que tú pagaras mucha.
- Si es que no tengo ni hucha.
- El pobre... ¡AAAAAAAAAAAAH! - El aspa de uno de los molinos atravesó el espacio que en un primer momento cubría el delgado cuerpo del hidalgo. 

- ¡No! ¡Llévenme a mí, que no valgo!- Mas Sancho se dio cuenta, que no había más peligro; aquellos brazos de metal habían cesado su lucha. Sin embargo, Don Cogote no aparecía ni visto de frente.

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- ...¡Disidente! ¿Pancho?¡¿Pancho?! ¡Si lo sé no emigro!- Don Cogote estaba en un camposanto, donde cerciórose con llanto, de faltarle un brazo - Y sin embargo, más me duele no tener ahora un buen cazo. Ese gigante podría ser curandero. ¿Dónde estás, mi cenutrio escudero? ¿Cómo he llegado a un cementerio? ¿Estaré en mi sepultura?


M.R.C.