miércoles, 3 de abril de 2019

A ~ ¡ARGH!UMENTACIÓN ~

Para cometer un crimen sólo es necesario un escenario. 

Y para crimen el de Reginald Rose y Sidney Lumet con los diez negritos de Ágatha Christie, aunque esta vez añadimos dos más a pesar de ir cayendo como tales paulatinamente como se recuerda en dicha novela. Doce hombres debaten alrededor de una mesa la culpabilidad o inocencia de un muchacho que ha matado a su progenitor presuntamente hasta que H.J. Fonda comienza a sembrar la discordia en el originario convencimiento general de la culpabilidad del joven. 

Como si precisamente de un crimen se tratara, el hombre patrocinado por el número favorito de Yoko Ono desmigaja las supuestas rotundas pruebas de las que parte el colectivo, proponiendo el pensamiento lateral en cada una de las mentes de la sala, haciéndose contradecir, haciéndose acallar a sí mismo al mismo demonio.

El cuidado de los detalles no sólo corre a cargo del maravilloso jurado octavo(Fonda)y de los aportes de sus compañeros jurados, sino también de la fotografía y del montaje. 

No haré menos intrincadas mis palabras a razón de no cometer el HOMICIDIO del spóiler. Han de apreciarla. No se dejen llevar por los PREJUICIOS estéticos que les puedan someter por ser cine más añejo: "Doce hombres sin piedad" es una película que ha envejecido muy favorablemente, como el vino, ya se sabe. 

M.R.C.


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