En las ausencias inexplicables, indigestas mariposas
realizan sus conocidas danzas. Ahora mismo abarco con la palma de mi mano,
cerrada, toda una nada. Eres de aire. Siento que cada palabra puede convertirte
en efímero repentinamente. El ente de la masculinidad conocida vuelve a acechar tras las
cortinas. Sólo se les permite ser poetas a ellos. Un grado más de intensidad,
un esquivo y a la vez cercano lenguaje esquizoide, una mirada profunda que
desnuda, sólo está permitido a los ‘dioses’. El miedo acecha en cada uno de
esos individuos. Escribo esto con el deseo ferviente de tener que retractarme.
De dejar de darle importancia. De digerir las mariposas.
La esperanza
es una cierra-bares
juega a nones y pares
cómo le gusta la chanza
La esperanza
tiene la sangre de absenta
es la última que se ausenta
y la última que se alcanza.
M.R.C.
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