lunes, 29 de abril de 2013

~ D ~ A LA BATALLA.


Cada bando usará su mejor arma. 
El futuro, reunirá su incertidumbre, su oscuridad.
Ella invocará a su paciencia. A su sensualidad. 
Veneno en su sangre si acaso se acercara.
Biperina lengua que lo soltara
si acaso ocurriera.
Si acaso en el ocaso acabara.

En su alcoba, indaga en la bola de cristal, pero ésta, impotente, no muestra nada que haga los hechos que se avecinan más claros a sus enormes, abiertos, ojos. Sus uñas, largas, cuidadas, en unas manos frías y secas y delicadas, como la escarcha, que tiemblan, están coloreadas del tono del cielo más celeste. 
Su cuerpo, menudo, delgado, proporcionado y curvilíneo. Su cabello, trasteado por el sol y los calores del viento. Su tez amarillenta. Se asemeja a la dignidad de la juventud, incluso.
Piensa en su tierno y eterno objetivo. La perfección. 
Y la perfección va ligada al ser por el que suspira. 
Y éste, a su vez, encadenado a continuas dificultades por las que aún respira. 
O sentimientos.
Y es humana.
Hasta que deja de serlo en un turbio impulso de necedad de los escorpiones. 
En un instante en que crece su odio por los obstáculos que se proponen en su camino.
Y se vuelve suave, fría, grave, su habla, antes infantiloide, risueña, aguda, estridente.
Sus manos se vuelven aún más heladas. Queman.
Las uñas se rompen en descarnados golpes nerviosos creando melodías.
El cabello oscurece.
Los ojos se entornan y se llenan de mares.
El cuerpo adquiere más sinuosas formas, si cabe.
La piel es resbaladiza. 

El alma es más cara en estos tiempos. 
"¿Me dará para comprar una antes de que se agoten las que van en mitades?"

Quiere una de esas de las que presume la gente. 
Posee una, pero la tiene a medias.
Y para luchar contra el enemigo, es totalmente necesaria.
De hecho, es el mejor arma que podría haber.

M.R.C



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