Abre una puerta, y pasa, y mira, y siente.
Pero hay un viento tan fuerte como para abrir otra, por la que también pasa, y mira y siente.
Ambas estancias son acogedoras, cálidas a la par que frías y húmedas.
Se dedica a pasar por ellas de manera efímera, ya que no puede dividirse para estar en las dos a la vez.
Sólo quiere gritar. De placer.
Sólo quiere jugar. Con papel.
Sólo quiere acariciar las partículas de todo.
Sólo quiere rodar por las laderas de los ojos.
Sólo quiere y quiere. Y no para de querer.
El querer llama al viento.
Por eso siempre hay tanto viento.
Por eso tantas puertas abiertas.
Muy bueno!!
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