Estaban Pacho Lanza y Don Cogote apoyados en el alféizar de la ventana más desagradecida de toda la finca, esa típica que mal se ahínca, respectivamente el uno mascando hiedra de tabaco, el otro hierbas con tabasco, porque el último era duro de mollera, mientras el primero acogía una primeriza cojera.
Pues entablaban conversaciones despojadas de intereses (estimado lector, le pido no se estrese, esto primero eran sólo los entremeses), hasta que precisamente la marcha que tomaban las cuestiones, se toparon con el muro de las reflexiones de las que matan neuronas, y así le va al mundo.
(Lector de mi vida, un segundo).
Y bien que bien agarraron por la cintura a la tarea de pensar, y arrebatar del no nacer a las palabras; apalabrar fue el quiz que les hizo ser de alguna manera hipócritas. Aparte, llevaban cierta ceguera de lo que pareciera un ron del más añejo, lo cual dio cierto manejo a las imaginaciones. Comenzó el primero del que hablamos siendo el primero en las elucubraciones.Tras él alternando describiría Don Cogote sus sensaciones:
- Quisiera yo saber, señor mío, si hay alguien en esta vida a quien le preguntaran si daba el permiso de nacer.
- ¡Diga absoluto sí! ¿Pues no encima hay que este acontecimiento agradecer? ¿Y por si no fuera poco el fenecer una vez visto el exterior del vientre, ser cada año penitente?
- ¡DIANTRE! ¡Tal razón! ¡Yo esputo contra esas celebraciones!
- ¡Vaya unas fiestas ¡Aberraciones! ¿Dónde estará un verdugo con la hoja de reclamaciones?
- En nuestras ensoñaciones, Pancho.
- Ojo, que vaya nombre adquirí involuntario para ampliar la rocambolesca situación. ¡Pancho nada menos! ¡Menuda aberración! Está claro, así la gresca en mi entorno de los que reían de lo nombrado, nunca mejor dicho.
- ¡También cuestión! ¿Y si yo quisiera a diario llamarme Genuino? Que a mí fíjese usted, me gusta esa nominación...
- Una luz se ha encendido encima de mi coja persona. ¿Y si nos llamamos el uno al otro como requerimos? Aunque, gracias a lo maleducado de nuestro destino, señor mío, estando acostumbrados a estar de la forma habitual nombrados hay que prestar atención.
- ¿Dice que cuando trate con usted me llame Genuino? ¡Creo que ha hecho usted lo que dice que más odia; dar a luz una idea! ¡JAJAJA! ¡Vaya una tergiversación!
- Veo que ha entendido. Llámeme usted a mí Avelino, me encapriché de este nombramiento por culpa de una canción.
-Dicho todo entonces. Empecemos desde una nada, para darle más realidad y emoción.
- ¿Cómo se llama buen hombre? Jaja.
- Pues mi nombre, señor, es Genuino. ¿Usted me dirá el suyo? ¡No se sonroje! ¡No se ande con la paja!
- ¡Es que orgulloso soy de él! ¡Bien me nombro yo Avelino!
- ¿Y en qué trabaja? Jaja.
- ¡Llenando en esta casa con el agua la tinaja! ¿Mi señor me dirá su empleo?
- Pues me leo unos libros yo iletrado, y me rasco la raj... JAJAJA. ¿Y pues cuándo cumple usted los años y cuántos tiene recorridos?
- ¡50 apaños ahora en noviembre he cumplido! ¿Usted en cuántos se ha movido?
- ¡Vayan para Avelino mis felicitaciones!...
...
M.R.C.
A la raja, cama, punk.
ResponderEliminarEh, tú, estrella del rock.
ResponderEliminar