miércoles, 3 de julio de 2013

~ D ~ ODA A UN CAMPESTRE CABALLERO.

¡Sencillo personaje de cuento!
Tú, amigo, apartas todo esperpento.
¿Te acuerdas cuando jugábamos 
en la plaza?

Niños éramos, no juzgábamos,
deber ir a la cama, (madre mete baza),
era el mayor lamento.

Campechano,
ya tus manos,
aran en mi corazón, profano.

¡Oh, qué maravilla tu tez
dorada por donde ha de pasar el lorenzo
blanquecina por donde se ausenta

cuando comes melones de mihura,
amainando la sed

en los veranos de dulzura!
¡Qué felicidad esta escena representa!
Veranos de lienzo.

Pasa el carromato
frente a la nave de tu estirpe
en la que forjas, tallas, apañas, 
nada torpe,
tú y tus mañas, campestre,
tu mirada, tu mirada se hace largo rato.

Campesino,
ya tus ojos,
arriendan en mis caminos.


¿Y los días festivos?

Bebiendo, bailando en la verbena,
en el pub, con los nativos,

a veces, los gestos esquivos,
se incrustaban en las venas,
venías,
se acababan las penas.

Botellas vacías,
almas llenas.

Estrellas colmadas.
En el cielo de hierbabuena. 

M.R.C. 










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