Obligados por razones metafísicamente lejanas a nuestra
comprensión a tropezar con el enfadado trasiego de la vida, rendir homenaje con
nuestra acción de nacer como punto de partida al mismo, se convierte en lo más
parecido a ir por un bosque y encontrarse teniendo que cruzar un río a través
de mohosas, redondas y resbaladizas rocas.Sólo parecen alardear de compasión
la línea, la tinta, el papel, el teclado, la pantalla y todo aquel material que
procure el desahogo de tan avenidos y futuros chapuzones.
Y cuando no son chapuzones, es un descalabro monumental con
un canto, que también tiene su parte de en-canto como desgracia; mucho más
en-canto, si me permiten.
Yo he nacido para escribir y eso bien lo sabe Dios pero Dios
sabe también que la escritura no ha nacido para ser por mí escrita. Es decir,
yo no es que sea vaga; soy más despistada (se me va el santo al cielo y hasta
al purgatorio) y soñadora de lo que un lector pueda soñar (valga la 'redondancia'-sin “u” y con “o” porque suena más oronda la palabra y porque por motivos
desconocidos vete a saber si del latín; no me apetece buscarlo-, decidieron cambiar la letra a merced de sonar más discordante con su
campo semántico).
Esa “u” está sustituyendo a la “o” de manera absolutamente
ilógica, como ilógicos son los obstáculos que se autoimpone el ser presente, o
el que le impone el trasiego ese del que hablaba antaño líneas arriba, cuando
no andaban ustedes adormilados por este soporífero conjunto de victimismo.
Los escritores nos autofelamos (escritora yo, te tienes que
reír). Pero no es para menos, porque quién si no lo va a hacer por nosotros.
Donde me hallo ahora es un tesoro que sólo aquel pirata
ignorante que tira una concha de mar pensando que es “sólo una concha de mar”
desestimaría. Me encuentro rodeada de lo que más ilusión me hace; mas tengo
miedo porque siempre se me ha dado bien colocarme las mohosas, redondas y
resbaladizas rocas en el camino, acaso, de tierra.
M.R.C.
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